A veces escuchamos que la poesía se ocupa de los grandes temas, como si
hubiera un bloque de piedra designado como gran tema y la poesía ahí va, a
perforar. Pero tal vez el caso sea que la poesía no persigue un gran tema. Tal
vez la poesía sea sobre lo provisorio, lo perecedero, lo precario, o tal vez sea
sobre mirar distinto lo mirado así nomás; quizá la poesía sea algo más
módico, algo como juntar los pedazos. Si la poesía es juntar los pedazos, les
poetas de esta antología lo intentan a su manera, de un modo muy particular,
creando mundos en los que una se quiere quedar un tiempo largo,
descubriendo una frase perfecta, una palabra colocada en un lugar inevitable,
un sentimiento inolvidable. Quince miradas únicas, no totalizantes, no
homogéneas; mucho menos pasteurizadas. Una antología que reúne un
tesoro: el tesoro de que la poesía, con su mirada fragmentaria, se acerque
bastante a una experiencia vital que prescinde del artificio del principio y el
final, del orden, de la idea de que algo empieza y termina en algún lugar.