“Y fue un premio para el resto del mundo también. El Tren Fantasma le devolvió la poesía que le habían quitado las máquinas. En el corazón de las ciudades movidas por el interés y la utilidad, se abrían los tránsitos de aterciopelada oscuridad que llevaban a la tierra de los sueños, a las sombras discretas de lo irreal, donde reinaban las caricias y los besos. Por una módica suma los amantes tenían acceso a la intimidad más deseada: la del alma. Y todo había sido posible gracias al pequeño zapatero desconocido y olvidado. Lo que no debe sorprender, porque los grandes cambios de la Historia, tanto las innovaciones materiales como las mutaciones de la sensibilidad, siempre tienen su origen en un joven pobre»
80 páginas.