Como señala la autora de este ensayo, en los últimos años se han establecido dos requisitos para el sexo satisfactorio: el consentimiento y el autoconocimiento. En lo que respecta a las mujeres, parece que, en nombre del empoderamiento y la libertad sexual, tengan que expresar con claridad y confianza sus preferencias y sus deseos. Esta circunstancia no hace sino cargarles con un gran peso: al presumir que saben exactamente lo que quieren y cómo expresarlo, se les hace responsables de que la experiencia sexual resulte satisfactoria. Y lo que es más grave: el consentimiento inicial puede ser usado como un permiso o justificación para ejercer violencia sobre ellas.
Dividido en cuatro contundentes capítulos –«Sobre el consentimiento», «Sobre el deseo», «Sobre la excitación» y «Sobre la vulnerabilidad»–, este libro aborda de forma directa y minuciosa el complejo asunto de la sexualidad femenina. La psiquiatra y sexóloga Katherine Angel acude a diversas fuentes –la ciencia y la cultura popular, la literatura y la pornografía, así como los debates alrededor del #MeToo– con el propósito de cuestionar todas las suposiciones arraigadas sobre el deseo de las mujeres y destapar las debilidades de la retórica del consentimiento y el autoconocimiento. El sexo, según Angel, es un largo proceso de aprendizaje durante el cual se cometen numerosos errores: habrá que eludir las reglas de ayer y replantear nuestras expectativas actuales para que se cumpla la promesa que Michel Foucault formuló irónicamente en 1976: «Llegará el buen sexo mañana».
«Una investigación apasionante y rigurosa, a la vez que esclarecedora y empoderada, sobre el consentimiento. Una guía absolutamente necesaria para navegar por las difíciles aguas del deseo en el siglo XXI.» OLIVIA LAING, autora de Crudo
«Una de nuestras escritoras más intrépidas, vibrantes y sutiles para hablar del deseo, el placer, la autonomía y la imaginación de las mujeres.» DEBORAH LEVY
«Katherine Angel tiene la vista puesta en un objetivo superior: construir un mundo en el que el deseo no tenga que estar regulado para protegernos de la violencia.» HETTIE O’BRIEN, The Guardian