El lenguaje a veces se rompe, pero las palabras llevan flores. En su nuevo poemario, Nadia Prado reflexiona en torno a la ausencia, la memoria y la pérdida, desde el lenguaje. Si su libro Jaramagos, nombre que alude a la flor silvestre que crece en cementerios, giraba en torno a la muerte y el tiempo, acá extiende su exploración en torno a la oscuridad, la fugacidad y la persistencia de la memoria: los libros debían arder/ oscuridad/ brasa/ ceniza/ una escritura/ un país/ un cauce sin surco/ un surco/ bajo la cal/ la cal. Las heridas invisibles se transparentan a través del lenguaje, el silencio y el pasado presente: la imagen de la madre que en aquel 73 peinó mi pelo/ la noche anterior planchó mi delantal/ esa mañana preparó nuestro desayuno/ un bosque extenso rasmilló nuestras rodillas.