Dice Julián López en la introducción: “Hay una protagonista y hay un Ministerio y hay la burocracia, en esa ecuación se concentra una potencia narrativa que uno puede rastrear en la literatura del siglo XX, en esa escena en la que indefectiblemente hay una contemporaneidad que tampoco necesita una datación precisa porque cuenta -aunque no se ocupe precisamente de eso- un universal, la relación de uno con el Estado. Esa misma ecuación que describe la administración del lapso en que a cada quien le toca estar vivo: “Hay veces en que el Ministerio no pertenece a la realidad, sino que parece un mundo paralelo” y revela a la burocracia como una economía miserable de lo íntimo”.
A Lucrecia, la protagonista de la novela, la sorprende un deseo, tan prohibido como disruptivo, que altera sus días de madre y esposa, de empleada pública. Una novela narrada con la ligereza con que una persona o un hecho fortuito pueden trastocar la rutina diaria.