Tejiendo agua podría ser la novela definitiva de cualquier escritor, pero Leopoldo Brizuela la escribió cuando tenía apenas diecisiete años.
Situada en un pueblo indefinible de los mares del sur, de casas blancas que brillan en la noche como si hubieran sido levantadas con el polvo de los huesos y un viento que azota y trae los gritos de un antiguo naufragio, Tejiendo agua nos arroja a una tarea y a una pregunta imposibles: ¿en dónde se anuda el lazo que nos somete, en dónde empieza y dónde termina el hilo de las represiones individuales y colectivas que nos sujetan, que le dan y le quitan sentido a nuestra existencia?
Un coronel que al quedar inválido se pregunta por el absurdo de su vida y junto a él toda una familia de personajes solitarios que luchan denodadamente por entender y entenderse conforman el teatro de esta historia en la que el horizonte de una guerra es, también, un fuera de campo que convive como una metáfora dentro de los personajes.
Dueño de una prosa finísima, Brizuela demuestra ya en esta historia los atributos de toda su literatura: la profundidad de sus personajes, la complejidad de la trama, la habilidad para adentrarse en los meandros de la conciencia.
Primera ganadora del premio literario Fortabat en 1985, Tejiendo agua es una obra exuberante, compleja, polifacética que desafía al lector y lo pone a prueba.