Puede ser que en la letra del tango Volver se halle oculta la clave para resolver uno de los casos más impactantes de la historia nacional argentina: la supuesta muerte de Carlos Gardel.
Con esa pista como premisa, Luis Mey se ve envuelto en una impactante historia que desentierra, literalmente, los secretos mejor guardados de la vida y la muerte del ícono del tango. Un derrotero circular en primerísima primera persona repleto de vértigo, humor y espanto que empieza y termina en un cementerio. En el que el escritor protagonista demuestra sus dotes de detective para quitarle el polvo y las cenizas a oscuras conspiraciones y macabros relatos de cuerpos reanimados.
Los héroes nacionales parecen venir a salvarnos de la perdición, pero en algunas ocasiones son ellos a los que hay que salvar, darles cariño y refugio aunque estén podridos y técnicamente muertos.
Las novelas de Luis Mey siempre me han parecido, además de originales, profundamente políticas. A pesar de lo que puedan opinar muchos de sus lectores o incluso él mismo. Políticas en el buen sentido de la palabra. En el único. Y Cada día canta mejor no es la excepción. Uno devora la historia de una geografía que cambia sus nombres, pero no sus mañas. Personajes que son y no son. Gardel. Yo. Zombis. Un país de amores eternos y de muertes que no terminan con ninguna vida. Somos nada. Una nada repleta de ganas. Y de literatura. Una nada que amamos hasta los huesos.
Federico Jeanmaire