Existió un rock británico, incluso inglés? Uno qué consistiera en algo más que la mera acumulación de bandas bajo una geografía común. Que hablara en una lengua musical con inflexiones propias, a respetable distancia de las influencias norteamericanas que dominaban el pop. Que cultivara una idiosincrasia particular, una identidad nacional. De ser así, ¿cuándo inició este proceso? ¿Qué papel cumplió en él la música progresiva?
Este segundo volumen de la Historia social del rock progresivo británico procura responder a estos interrogantes. Comienza con la transformación del revival folk en rock. Y continúa con los mecanismos que hicieron de cierto pop británico de mediados de los sesenta, Beatles de por medio, una fuerza de proporciones inconmensurables. En el camino redescubre las tradiciones olvidadas del music hall y la balada callejera, la pantomima y los números de variedades, el obstinado afán inglés por aferrarse a todo aquello que estuviera pasado de moda. Y convoca una dialéctica entre modernidad y nostalgia cuyos términos, lejos de ser contrarios, se confabulan para urdir la trama que tejerá el rock progresivo posterior.
También rastrea las vicisitudes de un subgénero inspirado en las intuiciones geniales de la Incredible String Band, otro producto de aquella época fértil en experimentos felices. Y acaba en la confluencia de dos corrientes, el folk y el prog, que durante algún tiempo parecieron transitar por carriles separados. Concluye con un par de síntesis de largo alcance, los universos sonoros prodigiosos de Genesis y Jethro Tull, cuya reflexión sobre una Englishness escurridiza configuraría el imperativo categórico de ambas bandas.