Un joven, enfermo terminal, que nunca ha besado a una mujer, espera un beso de amor y recibe el de la muerte. Una nena que salta en una cama elástica en un cumpleaños infantil desaparece en el cielo y se une a una bandada de golondrinas. Un visitador médico, que lucha contra su adicción al cigarrillo y a las peleas conyugales, entra y sale de varios cuentos comunicados entre sí como lagunas encadenadas que fluyen en parte bajo tierra y vuelven a aparecer en la superficie. Otros relatos encadenados están ambientados en el campo. Los cincuenta años que separan La fiebre amarilla de La gripe española son los mismos que distancian a un padre violento de su hijo abandonado. Un engañoso costumbrismo esconde la angustia que causan nuestras infinitas llanuras. La soledad del campo: “El pueblo es breve y da enseguida señales de apagarse”.
En estos cuentos lo fantástico es una apertura, la sensación de entrar en los intersticios de la realidad. Como apoyar la mano del otro lado de un espejo imperfecto y entrever la sombra de los dedos a través del cristal.
En Extravíos los personajes se extravían; se equivocan de camino, pierden cosas, amores o la razón. El resultado del extravío es el tono melancólico de los relatos. El que no se extravía es el autor, que los ha resuelto con gran maestría técnica.
Carlos Chernov.