«El terror se nos hincaba en el pecho. Oímos con más fuerza que nunca: el río de los cuatro mundos partiéndose debajo de nuestras espaldas. Oímos: las aguas separándose en piernas y brazos, los nacimientos de miembros y arroyos que surcaban de prisa cada pared. Yo oía: el cuerpo del agua atravesando como pasadizos todas las sombras de la casa». Una familia numerosa sobrevive en una casa invadida por el agua: diluvios, tormentas, caudales subterráneos; un universo de madréporas y habitaciones cerradas en el que parece imposible detener el acoso. Por debajo corren ríos, y los muebles cambian de lugar por las vibraciones del suelo. Más allá, a través de las ventanas, se ven peñascos y relámpagos, ruinas, animales grises y árboles nostálgicos.