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Descripción

Constructos Flatline es la tesis doctoral de Mark Fisher, presentada en la Universidad de Warwick en 1999 y destinada a circular como una obra de culto en la blogósfera. Apenas unos años antes, Fisher había sido un activo integrante de la CCRU [Unidad de Investigaciones sobre Cultura Cibernética], un colectivo transdisciplinario y experimental surgido en los márgenes académicos y cuyas indagaciones se nutrían tanto de la filosofía rizomática de Deleuze y Guattari como de la cibernética, el ocultismo, el ciberpunk, de la cultura rave y el ciberfeminismo. Esa conjunción de enfoques, que coinciden en desplazar al sujeto humano del centro de interés en favor de las fuerzas activas de la materia, se expresa con nitidez aquí, y puede leerse como el andamiaje teórico sobre el que Fisher construirá luego el resto de su obra, a la vez que como un antecedente de corrientes de pensamiento contemporáneas como el aceleracionismo y los nuevos materialismos.

Donna Haraway escribió que “las máquinas están inquietantemente vivas, mientras nosotros estamos aterradoramente inertes”. Esa cita encierra el interrogante que Fisher persigue en este texto, como un modo de desentrañar los efectos del capitalismo actual. Ya no la remanida pregunta sobre qué pasaría si las máquinas estuvieran vivas, sino algo mucho más inquietante: ¿y si nosotros estamos tan “muertos” como las máquinas? Como para el momento de escritura de esta tesis la filosofía apenas se había atrevido a barrer las distinciones heredadas de la concepción moderna (sujeto/objeto, humano/no humano), Fisher encontrará sus principales aliados en la literatura de William Gibson, J.G. Ballard, Philip K. Dick y William Burroughs, y en películas como Blade Runner, Terminator y Videodrome. La noción de flatline, por ejemplo, que en la jerga paramédica refiere a la línea plana del electroencefalograma pero que en la novela ciberpunk Neuromante designa una zona intermedial en la que ya no es posible diferenciar lo animado de lo inanimado, permite señalar la convergencia entre la automatización cibernética y las figuras góticas del zombi, el vampiro y el autómata. Esta reactualización de lo gótico, en combinación con una perspectiva radicalmente materialista, nos permite participar de manera afirmativa en un mundo en el que el sujeto no solo ha perdido su centralidad, sino que es cada vez más el resultado de la acción impersonal de la técnica.