El último experimento artístico de Daniel García, esta vez con los tonos y los ritmos de la notación cotidiana, descubre continuidades dichosas entre dos ejercicios revitalizadores: correr al amanecer, por las calles del barrio y llevar un diario que registre los placeres y los esfuerzos de cada periplo. Correr, dice el diarista, es una forma de conectarse consigo mismo y con el mundo. Lo mismo que tomar apuntes inmediatos para preservar algo de lo que se vivió al trote (encuentros, visiones, recuerdos). En uno y otro ejercicio, el mismo vaivén fascinante: entre repliegue y apertura, entre impulso ciego y reflexión. Se corre para sentir con intensidad, sostenerse al borde del tropiezo y la fatiga, para sobrevivir activamente. Son las mismas razones por las que se lleva un diario con voluntad de obra.
Alberto Giordano