«Esa fue la primera vez que pensé en irme de Buenos Aires, en volverme al Sur, en irme a vivir a lo que la gente llama“un lugar tranquilo”. Que lo pensé seriamente, quiero decir, no es que cruzó mi cabeza como una frase hecha, un protodeseo, un amuleto del cual agarrarme en medio de una fiesta, una comida, una presentación o alguno de esos otros ritos urbanos que me ponen al borde del abismo, para des-pués largarlo, olvidarlo en el camino despavorido de vuelta a mi casa, a mi cama. Esta debería ser la última.» La narradora de esta novela felizmente insólita se entrega a sus cavilaciones en un banco del zoológico de la ciudad en la que vive, una de las más ruidosas del mundo, y allí, «como un bicho más», siente una fuerte identificación con los animales en virtud de algo que una y otros comparten: el hogar ausente. Así es como este libro, de forma oblicua e incluso hilarante, consigue preguntarse por las condiciones de existencia de todas las especies. Turbadora y de afilada ironía, Desubicados es una muestra destacada de la obra de una de las más singulares escritoras contemporáneas.