En el siglo XVII, el shogunato Tokugawa inauguró un período de paz interna y prosperidad inédito en la historia de Japón. En esta era de modernización, florecieron las artes en el ámbito de una vida urbana que introducía nuevas formas de ocio y placeres. La nueva clase urbana de mercaderes y artesanos, o chônin, demandaba espectáculos teatrales y entretenimientos, entre ellos los libros de amor sexual como el Nanshoku Ôkagami. El gran espejo del amor entre hombres es uno de los clásicos más importantes de la literatura japonesa, solo comparable por su belleza y relevancia a El libro de la almohada o al Hagakure. Ihara Saikaku dejó como legado en esta obra un reflejo de los principios éticos y estéticos del shudô (lit: el camino por los jóvenes), el vínculo espiritual y amoroso entre hombres y la forma más elevada del amor romántico según la cultura de su tiempo.
El texto de Saikaku pertenece a una tradición premoderna donde el amor homosexual no era representado como perverso y se integraba a la amplia esfera del amor sexual como tema literario; una tradición que no apelaba a la estrategia de enmascarar y revelar. Esta notable ausencia de estigmatización es su principal atractivo y parte del misterio de su belleza.