El placer de la cautiva es el preludio de una vida salvaje. En su Historia del guerrero y de la cautiva, Borges habla de los toldos de cuero de caballo, las hogueras de estiércol, los festines de carne chamuscada, las sigilosas marchas al alba; el alarido, el saqueo y la guerra; la poligamia, la hediondez y la magia. Ese mundo desconocido, como si fuese un imán, repele y atrae en la misma proporción
El año es 1878. Rosario Burgos, una niña que está a punto de convertirse en mujer, ha quedado huérfana. Los malones han saqueado su futuro. Su única esperanza de sobrevivir es reunirse con su hermana en una guarnición de avanzada. Hacia allí parte junto a Vega, un soldado conocedor del desierto. El viaje se disloca cuando divisan, a lo lejos, las siluetas de tres salvajes, erguidos sobre sus caballos, que los vigilaban inmóviles. La persecución comienza y con ella, surge una suerte de danza medular donde el espanto y la seducción avanzan al mismo tiempo.
Oliverio Coelho escribe en el prólogo que El placer de la cautiva es la historia secreta del nacimiento del deseo, la historia del nacimiento de una tragedia y de una venganza contranatura –la de volverse cautiva–, ya que conduce a un cruce entre blanco e indio que las fuerzas naturales parecen reprobar.