Los poemas de María Gainza son un prodigio de invención escalonada, inmediata. Como siempre, el autor de este género previsible, la contratapa, ignora todo acerca de la elaboración, sabe solo un poco del resultado final, del “producto último”. Y este parece convertir toda la dicha de evocar en una magia oportuna, del tamaño de un pájaro, como decía el Borges todavía metafísico y arrabalero.
En Un Imperio por Otro, la enunciación nunca es mansamente anecdótica. Tiene sus filos y sus brillos, sus quebraduras, sus relámpagos de sombra. No nos hacen envidiar los dones de la escritura, que sobran, sino los de una experiencia asombrosa, saturada de conocimientos y sabores en apariencia ínfimos. Hacer las cosas imperfectas y bien. Ah, la envidia, tan luego, esa espesura.
Luis Chitarroni