Ensayo sobre la traducción como trabajo de intimidad y búsqueda, quien escribe estas páginas es la primera hablante del francés en una familia cuya historia se anuda en ciudades-posta transitadas en las huidas de la Segunda Guerra, entre Alemania, Polonia, Francia. Corinna Gepner despliega un cuaderno de retazos donde exhibe lo que la actividad traductora puede hacer con la memoria y con la vida. Entre el francés y el alemán, traducir es provocar sismos encadenados: traer los ecos de una guerra de la que no fue testigo pero que marcó la historia de sus abuelos –sus fugas, sus ausencias, sus apuestas– y romper la tierra que sostiene su francés, una lengua sin raíces. Traducir o perder pie repasa versiones de Kafka, Goethe, Novalis, Eichendorff, Hilde Domin o Heinrich Gerlach para decirnos que traducir literatura es un ejercicio que ocurre en la unión secreta de vértigo y paciencia, que alcanzar un encuentro entre los idiomas supone asumir que se ha perdido antes de comenzar; ese es el punto de partida para insistir en la disolución intencionada de las certezas del pasado y del idioma. El no-saber es principio y método de la traducción: “una lenta y sistemática destrucción de aquello que creía saber, o de aquello que esperaba poder saber”, nos dice Gepner. Solo así puede el ejercicio devenir en acercamiento. Al ensayar sobre su tarea traductora, Corinna arma un hilvanado precario donde apoyar su deseo de tocar a los otros, rozar su imagen indeleble y opaca. El desplazamiento entre-lenguas mantiene a flote la escritura y con un gesto delicado levanta de la memoria hundida su relato frágil, el estrato donde la lengua está hecha de afecto y lagunas.