En El regreso, Esther Gerritsen nos confronta una vez más, como en Sed y en Hermano, con personajes cuyos deseos entran en conflicto con la realidad que les toca vivir, con la incapacidad que tienen de establecer vínculos, y lo hace presentándolos en situaciones teatrales, con diálogos breves, descripciones despojadas y una dosis de humor ácido.
Un padre con depresión muere cuando sus hijos son muy pequeños. Jenny, la hija, intenta años más tarde revisar los hechos, pero se encuentra con que la madre, quien ya sufre principios de demencia, y el hermano, una persona a la que le cuesta vincularse, un típico personaje de Gerritsen, no tienen ningún interés en regresar a ese momento.
Filosa, aguda, precisa: leer (y traducir) la prosa de Gerritsen es descubrir algo nuevo detrás de cada línea. La autora no explica demasiado, en un análisis fascinante de las relaciones familiares a lo largo de los años, se limita a mostrar una sucesión de escenas que nos inquietan y fascinan por lo absurdamente familiar de su extrañeza. Una de las voces más interesantes de la narrativa de los Países Bajos de los últimos años. Micaela van Muylem