1 cuota de $18.000 sin interés | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% | Total $18.000 |
3 cuotas de $6.472,80 | Total $19.418,40 | |
6 cuotas de $3.482,40 | Total $20.894,40 | |
9 cuotas de $2.497 | Total $22.473 | |
12 cuotas de $2.013,30 | Total $24.159,60 | |
18 cuotas de $2.364 | Total $42.552 |
6 cuotas de $4.086,60 | Total $24.519,60 | |
12 cuotas de $2.716,50 | Total $32.598 |
1 cuota de $18.000 sin interés | CFT: 0,00% | TEA: 0,00% | Total $18.000 |
Una voz en primera persona recorre los pasillos de la memoria para (re) encontrarse con su madre muerta.
Esa madre es el lenguaje primordial. Allí nacen las reflexiones acerca de las palabras, de lo dicho, de los silencios; introspecciones que se vuelcan sobre sí mismas. Se transforman en tema y en metáfora: se convierten en esa mujer nido, que niega, que ríe, que pregunta, que exclama o que calla.
La narradora avanza, porque los sobrevivientes de un duelo solo les queda detenerse o avanzar. “¿De qué quieren que me cure?, se pregunta Barthes en Diario de un duelo. Lo fragmentario de este texto aparece como continuum en Historia fragmentada de una madre. Un continuo fragmentado, escanciado, pero cuyas dimensiones plenas tienen un espesor propio. La narradora es una mujer que escribió, para después leer. Va hacia el interior de los cuerpos, el de ella, el de su madre. El susurro de ese arrope de las palabras crece en potencia.
La voz avanza sobre la madre, la voz de la hija recorre a la madre con intensidad.