"Todo funciona cuando alguien cuenta y el otro cree", dice la narradora de uno de estos relatos, y se entrega a las historias de su marido mientras avanzan por la ruta. Es un pacto esencial, una definición que vincula a los personajes de todos los cuentos: documentalistas que viajan lejos para contar un país en guerra, escritoras reunidas en una residencia en Finlandia, una chica que escribe en las paredes de su habitación las veces que hizo el amor, mujeres que deambulan por tierras exóticas, entrevistan a otras, se meten en un bosque helado y en los laberintos de la mente.
Los lugares equivocados se conforma de pequeñas piezas construidas con poesía y desconcierto, de una narradora que tantea con el corazón y dibuja personajes heridos que se asoman a la verdad, como esa novia que espía su fiesta de casamiento y fantasea con escapar. Majo Moirón hace de la desorientación una virtud y coquetea con los géneros. Va y viene de la epifanía al desdén, deambula con su aire extranjero, habla con los animales, con los muertos, con la amenaza y con lo trágico. Sus relatos parecen decirnos que nadie debería quedarse demasiado tiempo en el lugar incorrecto pero que los textos más vivos, más poderosos, más lúcidos, son los que se escriben con la urgencia de irse.