La lenta furia es una colección exquisita de relatos tejidos con un lenguaje del todo particular y una atención propia de un orfebre sobre sus artefactos siempre pequeños, metáforas de la enormidad latente en cada partícula del universo.
Un autor que no podía seguir faltando en las librerías argentinas. Desconcertantes y fascinantes, los relatos de este libro revelan el hervor descomunal que se oculta tras la apariencia tranquila de las cosas, esa suerte de temblor que recorre las existencias empeñado en localizar “los puntos débiles y las capas más blandas, siempre en busca de la lisura que agrietar, de la suavidad que desfondar”.
Un niño que sale a jugar con otro a quien no soporta; un joven fastidiado por el tedio de unas vacaciones en casa; una patrona convencida de que las sirvientas son todas unas ladronas; un turista varado en una aldea; unas madres que en época de celo se trepan a los árboles para acechar a sus presas; un hombre cuya única afición es huir; una familia de diligentes traductores que termina aniquilándose; un padre que no se resigna a la insustancialidad de su vida; todos ellos proyectan un mundo donde se respira un aire ominoso, siniestro y hasta fantástico.
Un puñado de cuentos estremecedores, de prosa exquisita y transparente, que recuerdan las verdades insustituibles y elementales de la vida.