Pasión de enseñar, ilustrado por Roser Bru, recoge el pensamiento pedagógico de Gabriela Mistral, su visión de la educación, «la más alta de las poesías». Hay escritos íntimos, otros públicos, confesiones, cartas, interpelaciones que nos revelan no sólo a la gran prosista que fue, sino a la pensadora de alcance mundial, la adelantada a su tiempo, pero también la que vuelve a las raíces y a las grandes fuentes. Un libro inspirador no sólo para profesores, padres y estudiantes, sino también para quienes tienen que diseñar las políticas públicas en educación. Gabriela Mistral nos recuerda que la educación, más que ciencia, es un arte y, por lo tanto, medirla sólo en cifras, es reducir su dimensión estética, crucial para nuestra poeta, quien dijo que «toda lección es susceptible de belleza».
Gabriela Mistral siempre habló de la educación como su «oficio lateral», pero en realidad fue una pasión central en su vida, una pasión que movilizó todo su entusiasmo, que le provocó sinsabores y «ninguneos», que la llevó a México a participar de la gran reforma educativa del ministro y poeta Vasconcelos; una pasión sobre la que nunca dejó de escribir. Para ella, educar es una tarea sagrada, y el profesor no es un mero funcionario sino un sacerdote. «No coloquéis sobre la lengua viva de los niños, la palabra muerta», dice Mistral, consciente de que un deterioro del lenguaje es también un empobrecimiento del ser.