En el norte de Italia, un jardín secreto y prohibido es el marco de intrigas que florecen en ese escenario tan exuberante como letal. Vergel maldito donde el amor será el señuelo acechado por el arreglo florar de venenos y trampas en profusión. Tanto el romanticismo bucólico de Hawthorne como el lirismo de Octavio Paz desplegarán —en cuento y pieza teatral respectivamente— los elementos de seducción y de acechanzas invertidas, en trabajos literarios, que, pese a variar el registro narrativo, comparten escenario y personajes, puesto que la trama de ambos hunde sus raíces en una antigua leyenda india del siglo IV d.C.
Santiago Caruso honra con sus ilustraciones ese jardín de delicias infernales en un cuadríptico central que, además de dialogar con el fuerte carácter simbólico y el erotismo implícito en ambas piezas literarias, asume con precisión la influencia pictórica de El Bosco en un tono oscuro que le es propio y al que nos tiene bien acostumbrado.