Cuando Rogers Waters decidió adaptar The Wall al cine y debió mezclar talentos con Alan Parker y Gerald Scarfe generó una combinación tan genial como inestable y, al mismo tiempo, un producto final irrepetible. Las imágenes de la disolución de la mente de Pink tienen el poder de permanecer en la memoria de cualquiera que la haya visto, y en el inconsciente colectivo de todos aquellos que fueron testigos, trauma a trauma y ladrillo a ladrillo de la construcción del muro más emblemático de la historia.