Una pregunta, en lugar de una afirmación, y un verbo conjugado en futuro: Julio Premat inscribe, ya en el título de este libro, dos gestos que resultarán determinantes para su desarrollo. La vanguardia no es para Premat un punto de partida ni un punto de llegada, sino un trayecto a interrogar; en el uso del futuro no hay vaticinio, sino especulación, escrutación, conjetura. La vanguardia es una de esas nociones que parece que pueden darse por sobreentendidas; lo que hace Julio Premat, por eso mismo, es ponerla entre signos de interrogación, preguntarse qué será: qué irá a ser o qué podría ser. Los conceptos no son en la crítica literaria practicada por Premat tan sólo herramientas con las cuales pensar, sino además, y antes que nada, aquello mismo que debe ser pensado. La vanguardia “no es algo que conocemos y definimos de una vez por todas”. Por eso Premat escribe un libro que estará dispuesto a autodestruirse antes que a establecerse en conclusiones y veredictos. Y la vanguardia, antes que un posicionamiento, será una propensión, una tentación, una tendencia. La disposición del tiempo se altera. Y en esa alteración se vuelve posible avanzar hacia el pasado o hacer de lo nuevo una permanencia. Premat lee a Piglia, a Libertella, a César Aira, lee también ciertas zonas elegidas de la literatura argentina más actual, y en ese despliegue admirable de vanguardias distintas erige su reivindicación de la literatura. Una reivindicación tan necesaria y tan alentadora como este mismo libro.
Martín Kohan