La belleza de estas páginas reside en la dureza y en la ternura de sus personajes y en una prosa poéticamente apegada a una lengua que resiste con dulzura, como resisten la madre y la hija, solas, que se cuidan a sí mismas y a las que el Estado apenas alcanza a socorrer con una caja PAN.
El viaje al cementerio que está en un pueblo vecino, la compra o no de unos zapatos para la confirmación, limpiar casas ajenas, son pequeños relatos con los que Pronunciamiento trafica y atesora una verdad. Son los 80s, el país es la Argentina, la provincia es Entre Ríos y en la novela, conmovedora, en la que se siente palpitar un castellano acaso en extinción, los personajes se pronuncian y responden con literatura, de a una, a todas las injusticias.