Para algunos, la cocina es un espacio físico lleno de ollas, cucharones e ingredientes. Para otros, una ventana al mundo. Un universo donde la creación, la sensibilidad y el sentido estético se conjugan para dar lugar a platos que resultan obras de arte. Silvia Morizono supo encontrar en la cocina un lugar propio. Desde allí despertó paladares, transmitió valores y reversionó los sabores de su infancia. Con una personalidad transgresora, moderna y generosa ha dejado una huella en el mundo gastronómico porteño desde su reducto más recordado: el restaurante Morizono.
Esta es su historia contada a través de los recuerdos de su hija Agustina, escritora y periodista.
También están aquí sus recetas como tesoros reunidos en una selección ligada a las vivencias, las anécdotas y las ganas de compartir.