Los cuentos que componen Caballo de verano están divididos en dos partes que pueden vincularse con dos gestos bien diferenciados. Hacia el interior del libro, marcan dos zonas espaciales: una que responde a una estética propia del campo argentino, reconocible en sus siestas y en sus áridos caminos, y otra que atraviesa estos límites y se interna en la urbanidad, inclusive en ciudades muy lejanas. Hacia el exterior del libro también marcan dos zonas, pero en este caso temporales: los cuentos de la primera parte fueron escritos a lo largo de varios años mientras que los de la segunda parte son más recientes. Una joven que sueña, cuando hace las tareas de la casa, con ser parte de la telenovela que ve a diario; dos amigos que viven diferentes aventuras una calurosa tarde de verano mientras roban duraznos del campo vecino; o el trasfondo de la vida de una pareja donde late un secreto desgarrador son algunas de las historias que Hernán Ronsino construye en este libro con una mirada tan apacible como precisa que lo confirma como uno de los escritores más potentes y cautivadores de la literatura argentina de los últimos tiempos.