Nadie puede negar hoy la omnipresencia de la música electrónica: desde los éxitos pop masivos que encabezan los rankings hasta las exploraciones sonoras más aventuradas son en su gran mayoría fruto del encuentro íntimo entre la creatividad humana y las máquinas. Su historia podría pensarse así como una historia doble. Por un lado, la de aquellos compositores, productores e inventores vanguardistas que, ya sea en la soledad de sus estudios de grabación como en marcos institucionales diversos –el Taller radiofónico de la BBC o la radio NWDR de Colonia, entre otros–, desarrollaron un leguaje inédito y abstracto explorando la física del sonido y llevándola a lugares hasta ese momento desconocidos. De esta nutrida constelación de pioneros como Robert Moog, Leon Theremin, Brian Eno, Delia Derbyshire o Jeff Mills surgieron las composiciones y los géneros que hoy constituyen el amplio panorama electrónico: desde la musique concrète al synthpop, pasando por el house, el ambient, el hip-hop, la música industrial o el techno. Pero en paralelo existe también una línea evolutiva no-humana, maquínica, que da cuenta de los saltos tecnológicos y de los horizontes estéticos que estos posibilitaron. Los protagonistas de esta segunda historia son sintetizadores modulares, máquinas de ritmos, secuenciadores midi, computadoras y samplers, y tienen nombres que parecen salidos de una novela de ciencia ficción: Mellotrón, Ondas Martenot, Vocoder, Jupiter-6, TR-808, MPC60.
¿Pero qué queda hoy, en el siglo de su definitiva consagración, de la imaginación futurista que caracterizó a esos sueños hechos de loops de cintas magnéticas, señales de ruido blanco y osciladores? Para responder a esta pregunta, David Stubbs nos conduce en un viaje sonoro a la vez exhaustivo y personal que recorre más de cien años de música electrónica para descubrir en su legado no solo un halo de nostalgia retromaníaca sino también el parpadeo de territorios sonoros aún inexplorados.