Asomarse a estos poemas es como sacar la cabeza por la ventana de un auto que, a toda velocidad, se desplaza por la ruta. El oído atrapa la discontinuidad de lo que, en algún lugar, está fijo, pero en su devenir, se quiebra. La de Katia es una voz traviesa y melancólica a la vez que reconstruye, con los materiales que la literatura suele descartar, un mapa que de tanto plegarse y desplegarse, está desgarrado: ¿Qué lugar ocupan hoy los celos, el amor, las ganas de ser madre, de una mujer? En este álbum de retazos hay lugar para el juego y la pregunta, la música, el deseo y el desgano, la fantasía, el sexo y la ternura, la posesión y el abandono. La voz de su autora hace guiños, como una luz de giro, al futuro, mientras se pregunta cómo decodificar las señales de su tiempo, con una sinceridad y una gracia muy poco frecuentes.