La clave del juego narrativo de Furia diamante , de Valeria Tentoni (Bahía Blanca, 1985), se esconde en la inusual combinación de su título. Los cuentos colocan la intimidad rabiosa de personajes simples bajo la luz diáfana de un lenguaje tan rotundo y transparente como ese cristal.
Los cuentos tienen un rasgo en común: todos empiezan después de un hecho crucial que conmovió a los protagonistas. Una pelea de pareja, la muerte de una madre, una separación son esquirlas del pasado que marcan el relato. De ese modo, los personajes transitan la vida cotidiana con una especie de desconcierto primigenio. Pero hay otra cualidad que une las historias. Tentoni construye mínimos ecosistemas urbanos con objetos que van captando lo que sus personajes silencian. Una babosa, un timbre o un par de zapatos siguen la respiración inquietante de las relaciones humanas y terminan por convertirse en las señales visibles de un mundo interior vacilante.