¿Y si la significación nos precede y antecede a la conciencia? ¿Si no somos más que su última estación? ¿Qué pasaría si nos diéramos cuenta de que hay relaciones de significación en la Naturaleza? ¿Cómo cambiaría nuestra mirada si, en lugar de ver en las interdependencias los vestigios de una masacre, advirtiéramos la existencia de conexiones no azarosas entre las criaturas, composiciones fluidas y contrapuntísticas entre los vivientes? ¿Y si, en realidad, discurre una sinfonía para la cual no tenemos oídos? Si tales y cuales asociaciones naturales son acordes mudos y dispersos de una gran orquesta tocando, ¿no podríamos recolectarlos y exhumar la partitura de la Naturaleza?
Hay quienes imaginan una ecología sin naturaleza, y quienes suponen posible una música sin melodía ni armonía. Jakob von Uexküll no es parte de ese coro. Por el contrario, afirma una “teoría de la composición de la naturaleza” en la cual la significación es a la organización lo que la armonía a la música. Con esta idea en la cabeza, el biólogo estonio se hace cargo de aquellas conjeturas, las lleva hasta el fondo de lo que pueden y desparrama una serie de semillas que germinarán en la biosemiótica y la filosofía contemporáneas. Se trata de su último esfuerzo metafísico por salvar el hilo tenue que articula a los seres vivientes y evitar la desbandada, la desintegración y el sálvese quien pueda.