Los protagonistas de Los puentes no son lugares seguros, Maribel y Carlos, llegan a nosotros con esa fuerza que es patrimonio de la literatura: ella y su amor por el cine, por sus utopías melancólicas, y él rindiéndose al desgarro y a la tristeza antes que al vacío, en esos boleros que parecen abarcar tanto que no existe nada que les sea ajeno.
Una novela que se atreve a tocar y resignificar las notas del melodrama, con un estilo envolvente y seductor, en la mejor tradición de Puig y Almodóvar. Los puentes no son lugares seguros y estas páginas tampoco lo serán para un lector que no podrá salir indiferente de ellas.