La literatura trans florece en la actualidad para expandir los modos de narrar experiencias que hasta hace poco apenas sabíamos nombrar. McKenzie Wark evoca las primeras señales de feminidad de su cuerpo disimuladas por las ambigüedades del hippismo y del glam en los setenta, sus fallidos intentos por ser gay y hétero, por convertirse en el objeto femenino artificial en sus relaciones con hombres o en el sujeto femenino duplicado de sus amantes mujeres. Estos rituales de salida temporaria de la masculinidad no buscan revelar ninguna verdad del sexo, sino más bien pronunciar su misterio para recordarnos que nunca sabemos del todo quiénes somos y que eso que denominamos “yo” no es más que un conjunto de malos entendidos.
Acompañado por un coro de múltiples citas que recrea los modos de lectura online a la vez que nos introduce a la producción más vibrante de nuevas generaciones de escritores queer, Vaquera invertida inventa un género para multiplicar los géneros: antes que memoria o biografía, este libro es una autoetnografía de la opacidad del yo.